martes, abril 21, 2009

«Deudas En Época de Crisis»



Un amigo es aquella persona
a la que podemos prestar dinero
sabiendo que nos lo devolverá...

Por eso yo no tengo amigos.

Un amigo es aquella persona
a la que podremos destrozar su corazón
y nos dirá: ¡Gracias, ya no lo voy a necesitar!

Por eso no creo en la amistad.

Karla Nerea Valencia



DEUDAS EN ÉPOCA DE CRISIS



D
ecidí que iniciaría mi camino al vacío tratando de vaciarme a mí misma. Sabía que no debía dudar en ningún paso porque la inseguridad es el primer paso al arrepentimiento. Estaba segura que debía seguir firme en encontrar mi soledad. Lo que necesitaba… Las disculpas que me faltaban estaban a sólo un tramo de la verdad que me he empeñado en callar.
Todo aroma me resulta familiar. Toda esencia de la vida me parece conocida aun cuando no conozca nada de la misma. Todo se reduce a un cerillo frente a un cesto de basura rociado con gasolina.

Tan voluble, tan impulsiva, tan chispeante como un pequeño instante en la eternidad. Me quemo con la radioactividad del ambiente. Me enciendo con sólo quererlo. Y las manos que debieran salvarme se hunden en el cielo. Me transporto al paraíso en un minueto de Bach. Con un espasmo me recuesto en el césped de la impunidad creciente. Todos mienten. Todos beben. Todos saben que a cuentagotas la verdad se nos agota. Estamos condenados a vivir en la falsedad de nuestras vidas.

Como un espejo empañado que nos muestra nada más aquello que deseamos ver en su reflejo. Yo veo una mina de oro hecha carbón. Yo veo diamantes en un establo cabalgando con golpes de espuela color cartón. Yo veo casas rodantes rodando por el valle de la desintoxicación animal.


Primitivos.

Individuos capaces de amar sin necesidad. Humanos que encienden antorchas en el huerto de la ambigüedad. El circo es teatro y el mago oculta los conejos en la chistera de la democracia. Las papeletas decisivas para una decisión que nadie toma en cuenta. El mundo se quema. El mundo es el cesto que necesita el cerillo que ha de comenzar la chispa. Somos un incendio que arrasa con todo lo que encuentra al paso. Que todo acaba, que nada perdura ni en la memoria. Padecemos una enfermedad crónica en todos los aspectos como una aneurisma escondida en los bolsillos de nuestra razón.

Mis sentidos viajan a la velocidad del sonido en el lugar donde la música ha dejado de existir. Cómo puedo oír, cómo sé que estoy escuchando. ¡Cómo saber si siento que nada he acumulado a lo largo de mis cortos años! Cómo sé que escucho las palabras de mi madre, cómo sé que están ahí, en alguna parte, los enojos de mi padre.

Parece que todo se dilata y el «ruido» se convierte en palabras. En palabras que he ansiado no poder leer. El universo colapsa. En una galaxia extraña me encuentro situada y el perfume que me embriaga sabe a oxigeno difuminado con abejas que atacan mi sistema pulmonar y lo llenan de miel. Me acuesto en una estrella y mi alma se ilumina.

Soy un polvo de estelas que han ido sangrando con el paso de la luz que las agota. Soy un cansancio viejo. Soy un rencor que se ha olvidado de enfocar su odio en algo, alguien en particular. Pagué mi deuda con el azar y el destino me trajo encadenada con la casualidad.
Puedo vivir en un tronco de Venus o morir en una felación con Marte. Ya no sé lo que se debe hacer. Ya no sé si lo que hago o dejo para mañana es lo que tenía planeado en mi camino. Sólo sé que continúo en avance sin avanzar y retrocedo con cada mal jugada de los dados que predisponen mis intenciones de clamar ayuda.


Soy tan cobarde para el suicidio y tan valiente para jalar el gatillo contra alguien más. Soy un escarabajo que se esconde tras la pirámide en el rincón de la muralla abarrotada por chacales. Soy una torre que se mueve en espiral diagonal. Un peón necesitando reinar. Un sota, un diamante transformado en alcohol que nadie puede tomar.
La garganta arde y se pierde la voz: La que todos se han olvidado de escuchar (la conciencia). Soy el silencio vivo que traspasa nebulosas en Acuario. Soy el pez que nunca aprendió a nadar. Respiro bajo el agua y me puedo ahogar sin vacilar. Soy una costumbre a espaldas de la ingenuidad. Soy una carretera que se divisa en algún lugar tras la enorme montaña de dificultad. Ya pagué mis deudas con el dolor.

Quisiera quedarme en este espacio para siempre y lo eterno me parecería un cuento aburrido que tantos se han molestado en describir. Yo lo he estado y no encuentro una razón para seguir insistiendo.

Prefiero lo contrario al infinito, prefiero que mi sueño astral se conforme con viajar en busca de una cabeza que lo pueda soñar y ser limitantemente joven hasta que la cabeza cambie de nombre:
Seré un ciclo visto en el cielo. Seré la enseñanza de un padre que al hijo enseña los misterios de la noche apuntando con el dedo. ¡Qué me pudiera señalar, qué me pudiera encontrar y dibujar a conveniencia! Podría ser así una casualidad destinada a ser algo más, tener un propósito y a los rumores de la oscuridad silenciar.
Ya pagué mi deuda con las virtudes de soñar.

Qué me queda para controlar cuando todo se me ha escapado de las manos. Sigue mi travesía como un cometa que viaja por el Universo y pasa ante tu vista cada mil doscientos años. Quién vivirá para mi próxima visita.

Si tú que estás ahí, me puedes observar, no olvides señalar con el dedo a la noche que arriba está esperando por la sonrisa de un niño y con él, un guiño de gratitud. Ya he pagado mi deuda con los deseos. No sé qué más le falte a la vida por cobrar cuando soy un cobro pagado por adelantado.

Tengo una sola deuda que quisiera yo saldar, pero ésta es para conmigo misma. Quizá jamás me atreva a pasarme cuentas por adelantado cuando el cheque sin fondos de mi presente rebote agotado en el futuro que ya fue.
Como el sueño del sueño que sueña un sueño que ya soñó. Así soy yo.

KARLA NEREA VALENCIA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No olvides qu el mañana se levanta sobre el hoy, arrepentientos existentes hay en todas partes, no solo por lo que se vive, sino por lo que se pudo vivir y no se vivió.

Solo domina un poco tu ego

Anónimo dijo...

Jajajajaja, otra mierda que ocupa espacio sin razón; ya debería estar acostumbrado.