Conversación Con Mi Amigo Bohemio
Y ahora la ruedita que reniega de la eternidad marca una hora dispar, confusa, inconclusa para mi pobre conciencia que ya nada sabe de realidades y mentiras, porque está perdida, porque se ha botado de la risa con palabras serias y personajes siniestros salidos de mis más internas pesadillas. Qué me importa a mí la hora, las horas. Que sean las dos de la mañana o diez en punto de un día soleado. Porque allá afuera, ahora mismo, está calentando un sol de los mil diablos, lo puedo sentir en este iglú desesperado. La hora no la sé, pero es de día. La luz se filtra por las ventanas y me invade con cada uno de sus justicieros rayos extendiendo sobre mi cuerpo la resaca de la noche anterior.
«De vuelta a la cruda realidad» escucho decir muy en el fondo de mi mente. Pero no es mi mente que está juguetona con los posibles remordimientos, es aquella otra voz, la de mi compañero, la de mi amigo casi hermano.
Pareciera que anoche mismo quisimos acabar con todo el licor existente sobre esta maldita ciudad tan corta de juicio. Y así, sin juicio y sin preocupación bebimos, fumamos y lo demás jamás pasó, no por falta de ganas sino por el respeto –si acaso cabe esa palabra aún en nuestro diccionario- que los dos nos conservamos.
Yo le preguntaba al amigo, al hermano mientras iba aspirando una enorme bocanada del humo que iba sacando el cigarrillo de hierba:
« ¿Y es que acaso tú, D… aun crees en algo?»
- Yo sólo creo –iba respondiendo entre tosiditos ahogados- en la sabiduría que me da el alcohol en este transcurrir de días mal sanos; donde las niñas suben sus faldas y sacan los pechos más de lo debido. Es una gran época la de hoy en la que personas como yo, que de nada servimos, somos por corta estancia: Felices… felices de verdad.
« ¿Y qué te gusta más a ti de una mujer?»
- No puedo andar con falsedades, no te mereces una respuesta tan pendeja como: “Lo importante en una mujer es lo que piensa, es lo que está en su interior”. ¡Bobadas planas!... La verdad es que las piernas de una mujer es lo más exquisito de su cuerpo. Y más si éstas son largas, infinitas, torneadas, bien depiladas –porque una mujer que no se depila las piernas se reduce a algo menos que tener patas de marrano, de marrana- y con pies delicaditos; que suceda en el pensar masculino que ni el mismo suelo es merecedor de tan esbelto monumento. Esa es belleza… Lo demás, son bellaquerías de los pubertos que se desviven en apretar y mamar tetas.
« ¿No te preocupa vivir hundido en el alcohol, no temes al juicio tan cruelmente establecido de este pueblo jodido, en que al pasar por esas callecitas tan estrechas te señalen y vayan llamando: alcohólico? ¿Cuál es la razón tan fuerte que te hace beber de esta manera tan compulsiva?»
- De lo primero ¡Nada! ¡Nada me preocupa! ¡Ni el dinero que no tengo y que nunca guardo cuando llega a caer en mis manos! ¡Ni me preocupa el mal dormir, el mal comer, el mal vivir! ¡¡Mucho menos me viene a quitar el sueño lo que la gente pueda pensar sobre mí!! Porque sé, que quizá todo lo que puedan llegar a prejuzgar de este servidor, es verdad y nada más que la verdad. Y por esa verdad hoy vivimos arrodillados a lo loco tratando de ocultar pecados o lo que creemos que son éstos. Para lo segundo, no tengo razón; cualquier alcohólico que se respete –y que en verdad lo sea- te dirá que no se bebe por alguna razón en especial, porque razones hay muchas, tan bastas como infinitas y para las que no se puede encontrar explicación.
Yo, que soy alcohólico te digo que bebo únicamente por el puro placer de hacer correr el licor sobre mi garganta y sentir que se va consumiendo dentro de mi cuerpo, con este saborcito amargo que endulza mi ser, que endulza mis miserias y desazones. Yo no bebo en busca del olvido que muchos desean, ni por la paz que les hace falta. Yo bebo para olvidar que recuerdo del por qué este olvido de mi mismo.
« ¿Y tú crees en Dios?»
- ¡Tanto! ¡Tanto como este rosario de plata que me he comprado en Taxco!
« ¡Ay!, mi hermano -le extendía mi condolencia sincera mientras tocaba su rosario-, pero es que esto no es plata. Este rosario es falso.»
- ¡Vaya que lo es! Tan falso como lo es Dios.
Y ahí lo entendí todo.
Entendí que el alcohólico respetado es el que se exilia de razones que los demás buscan. Entendí que la mujer es un puñado de oraciones sacras que buscan perderse en herejía.
Entendí -¡carajo!, finalmente entendí- que Dios no existe ni en esta ciudad maldita, ni este país agonizante.
Ahí no terminaba la cosa, mi hermanito agregó:
- Yo no logro entender la contradicción de esos tartufos, estúpidos, pendejos. Dicen que Dios es inmenso, eterno, grande, que es un Dios para el que no puede encontrarse explicación. ¡Vamos! Si es que ese Señor es tan grande, no se puede concebir en este cerebro tan pequeño que él –supuestamente- nos ha dado, jamás habremos de entenderlo. Y alguien que no se hace entender, es un tarado, un oligofrénico.
« ¿Qué quieres entender de Dios, hermano? Dímelo, que yo, con mi escaso vocabulario trataré de dibujarlo para ti. Porque esas muestras de ateísmo me hormiguean hasta el alma.»
- Yo no quiero entender sobre nada, hermana. Yo no quiero saber ya nada. Entre más sabes de la vida, mas vas sabiendo que el mundo se nos jodió, que lo jodieron y exprimieron.
« ¿Quiénes?»
- Aquellos muertos que van sobre la calle mintiendo, robando, exagerando motivos, inventando desgracias, provocando otras. Somos perros con rabia esperando morder al primer incauto que nos toque a la puerta, al primero que nos topemos de frente, al que nos dé de comer, de beber. Esta caja de Pandora ya se nos salió definitivamente de control. De una ola hicimos un maremoto. De una pequeña desgracia nos hicimos desgraciados todos. Yo no quiero entender esta in-civilización así como ellos no tienen que intentar entenderme a mí. ¡Qué les jodan!
Brinde calladamente por él. Por esa sabiduría de aguarrás y cocaína. Pero no, él nunca se había metido cocaína. Que eso era para riquillos pendejos. ¡Qué ganas de aventar todo a la basura y consumirme ahí, con él, con su cáncer de orgullo y su sida de complejidades! Tantas como las enfermedades que te atacan el sistema a causa de ese virus. Yo quiero perderme contigo, hermanito y jamás encontrarme. Quiero vivir en la armonía desorganizada de este cuartito de azotea que es el tuyo. Quiero vivir para siempre en tu memoria y que tú, vivas para siempre en la mía. Y sé que así será, que jamás nadie logrará arrancar estos momentos tuyos que atesoro en mi propia caja de Pandora. Una vez que salgan las vivencias de mi boca, ¡qué se cuiden esas mojigatas, esas rezanderas de días y de noches que intentan sus calenturas callar! ¡Qué aquellas putas mentes cerriles se consuman en su cerrazón, en su cagada de mente! Yo quiero vivir alejada de tales monstruos dementes. Quiero encerrarme aquí, encadenada a mis propios pensamientos que parece van muriendo.
- Yo no sé de qué te afliges, hermanita. De mucho que tienes y nada valoras o de qué. Cuéntame que aquí está este cerdo pavoroso que quiere escucharte. Pero que ya nada escuchó porque quedó tendido sobre la alfombra, durmiendo, muriendo lentamente.
Y yo, observando como la velita de su alma iba elevándose hacia los cielos contaminados de este pueblo ingrato, ignaro. Yo junto con él, en espera de esta luz de día que hoy invade mi crudeza.
Por alguna extraña razón el tiempo se detuvo y sólo encontró cupo en aquella melodía de la que comenzaba a salir una voz, una voz funesta y melancólica:
«…noche de ronda cómo me hiere, cómo lastimas mi corazón. Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad… A dónde vas… Dime si esta noche tu te irás de ronda como ella se fue…con quién está»
Con quién estuviera era lo de menos. Con quién es que estoy yo, en este ahora y muy aparte de mi querido hermano que se ha vomitado sobre esta alfombra ya desgastada de tanto pasar sobre de ella, de tanto hacerle huequitos cenizos con el cigarro sobre de ella y plasmarle estas cicatrices tan visibles como la amargura que va cargando mi alma. Desgastada como así estoy yo, de tanto cagar y mear sobre de ella…sobre de mí.
Después ya nada supe; no supe ni del hambre que mi estómago pedía a gritos, como tampoco supe de cómo llegué a mi departamento. Si en taxi o en autobús. Nada supe, nada quería saber. Y entonces aquella llamada repiqueteando en el teléfono. Era Mariana; que D… se había muerto, al parecer le explotó el riñón. ¡Ay de ese maldito riñón que no pudo aguantar más! Le agradecí el compasivo gesto y colgué. Colgué como ahora sé que colgará mi cuerpo de esta soga ya preparada en mitad del departamento. A quién pueda leer esta nota, por favor, publíquela en el periódico como homenaje de aquel amigo y hermano al que tanto amé.
Después ya nada supe; sólo que el espejo se quebró y brotó alguien que no era yo, porque ya fui y no volveré a ser. Era el alter ego de esta vanidad mía convertida en cobardía impune.
Y de nada saber se me han ido llenando los huecos que dejó su partida. En líneas de cocaína se carcome mi vida y puedo decir, que soy medianamente feliz. Porque no anhelo la felicidad completa, es para pendejos ese pensamiento. Prefiero vivir mil veces aguantando esta amargura a ser feliz y perderme en la desdicha que por dentro los consume. Porque en nada encuentran satisfacción y viven de excesos, convertida en ambición. Ambición jamás saciada. Mi único exceso es esta pasión por los vicios y mi única ambición es apresurar la llegada de ese día, de esa noche en que pueda volver a estar con él, con mi hermanito, mi amigo… “el bohemio”.
Y ya después, con seguridad podré decirle: “Me perdí y ya no sé”.
Y él me dirá con ese aire poético: “Perdiste lo que sabias”.
«Lo sé»
- Supiste…
4 comentarios:
No te apresures,ni con la boca ni con la mente, a proferir ante Dios palabra alguna; él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide, pues, tus palabras. Quien mucho se preocupa tiene pesadillas, y quien mucho habla dice tonterías.
Dios se deja hallar de los que no le tientan, se manifesta a los que no desconfían de él. Pues los pensamientos tortuosos apartan de Dios y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos. En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría, no habita en cuerpo sometido al pecado; pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad. La Sabiduría es un espíritu que ama al hombre, pero no deja sin castigo los labios del blasfemo; que Dios es testigo de sus riñones, observador veraz de su corazón y oye cuanto dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra. Nadie, pues, que profiera iniquidades quedará oculto, ni le pasará por alto la Justicia vengadora Las deliberaciones del impío serán examinadas; el eco de sus palabras llegará hasta el Señor para castigo de sus maldades.
Un oído celoso lo escucha todo, no se le oculta ni el rumor de la murmuración. Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles, preservad vuestra lengua de la maledicencia; que la palabra más secreta no se pronuncia en vano, y la boca mentirosa da muerte al alma.
"Corta es y triste nuestra vida; no hay remedio en la muerte del hombre ni se sabe de nadie que haya vuelto de la nada.
Por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos sido! Porque humo es el aliento de nuestra nariz y el pensamiento, una chispa del latido de nuestro corazón; al apagarse, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire inconsistente.
Caerá con el tiempo nuestro nombre en el olvido, nadie se acordará de nuestras obras; pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como niebla acosada por los rayos del sol y por su calor vencida.
Paso de una sombra es el tiempo que vivimos, no hay retorno en nuestra muerte; porque se ha puesto el sello y nadie regresa.
Disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de la juventud! Hartémonos de vinos exquisitos y de perfumes, no se nos pase ninguna flor primaveral,
coronémonos de rosas antes que se marchiten; ningún prado quede libre de nuestra orgía, dejemos por doquier constancia de nuestro negocijo; que nuestra parte es ésta, ésta nuestra herencia.
Oprimamos al justo pobre, no perdonemos a la viuda, no respetemos las canas llenas de años del anciano.
Sea nuestra fuerza norma de la justicia, que la debilidad, como se ve, de nada sirve.
Tendamos lazos al justo, que nos fastidia, se enfrenta a nuestro modo de obrar, nos echa en cara faltas contra la Ley y nos culpa de faltas contra nuestra educación.
Se gloría de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor.Es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible,lleva una vida distinta de todas y sus caminos son extraños.
Nos tiene por bastardos, se aparta de nuestros caminos como de impurezas; proclama dichosa la suerte final de los justos y se ufana de tener a Dios por padre.
Veamos si sus palabras son verdaderas, examinemos lo que pasará en su tránsito.
Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos.
Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza.
Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará.»
Así discurren, pero se equivocan; los ciega su maldad;no conocen los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad ni creen en el premio de las almas intachables.Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza;mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.
Me gusta, me apresuraré a leer la segunda parte.
Mi estimado "anónimo", deja que cada quien diga lo que guste y más aún, cuando la intención no es el agravio.
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