sábado, diciembre 13, 2008

«Pensamiento Para El Año Nuevo»



Pensamiento Para El Año Nuevo



Situada frente a mi se encontraba una escalera que venía de lo alto de una nube como invitándome a subir al cielo. Posé mi pie derecho hacia el primer escalón y avancé. En cada pasó noté que me faltaba el aliento y un montón de imágenes se posaron en mis pensamientos, deteniendo el tiempo «Qué es el tiempo» Acaso el presente que estoy viviendo «¿Estoy viva?» O es el remoto ayer que voy dejando en cada paso hacia ese cielo. Desdibujado mi rostro, encarnado en cada frágil hueso: se iba borrando mi piel.

«Pero qué es el ayer»


Mi padre reprendiéndome por las travesuras de mi infancia, maldiciéndose por cada similitud de mí hacia él. Oía gritos, gritos que pedían regresara lo andado y no podía. Estaba hecho, estaba decidido que yo tenía que subir al cielo.

Mi madre peinando mi cabello; y por primera vez, recordé la única ocasión que mi semblante presentaba una sonrisa. Juraba entonces que no volvería a caer, que no dejaría que ningún recuerdo entorpeciera mi camino y continúe.


La escalera interminable no daba tregua y el aire entorpecía mi equilibrio. Quería seguir, quería imponer mi fuerza a costa de lo que estaba yo sintiendo. El cielo. El ansiado cielo que muchos predijeron jamás alcanzaría, porque mis actos eran un afán terrorista que a fuerza de complot en contra mía, me sostenían a un infierno inventado en mi cabeza.

La mediocridad es un tabú de sobremesa, algo sabido que nadie menciona, un minuto en la eternidad que nos retrasa.

Pálida mi espalda derretía el hielo que cargando acuestas se convertía en sudor frío. Y adelante el cielo invicto. Hacia delante mi futuro «Qué es el futuro» Millones de preguntas sin respuestas, sin caminos alternos y una sola pendiente que guiñaba con sus manos mi presencia. Tome, por primera vez, las riendas de mi vida.
Como un caballo alado la misma se iba elevando sin detenerse a pensar que la caída sería estrepitosa, la decadencia total de mi carrera como pesimista. ¡Qué ironía! ¡Qué insensata la manera de pensar mía!

Corregí el destino con los trazos de una plumilla ya sin tinta. «Qué destino» El cielo preguntaba y yo, le respondía: El mío, el de mi familia, el de las personas que confiaron en esta torpe intuición mía.

Y el cielo me guiñaba nuevamente complacido.


Un paso más me separaba de la cima. Mi cuerpo ya sin vida aparente quedaba en puros huesos que se convertirían en polvo. Y el polvo se lo llevaría el viento, como a las palabras se las llevan los oídos sordos.

Quedaba mi alma. Quedaba mi esperanza. «Qué esperanza me quedaba»

Y la decepción arrancaba los talones que ayudaban mi subida. Tropecé y la caída no dolía. Alcé la huesuda mano queriendo hallar el consuelo de este firmamento que cegaba mis pupilas colgadas de mi cráneo antes vasto por lo radiante de mi faz. Y quedé ciega, y quedé muda.

Nada podía apartarme ya de aquel encuentro esperado, de aquella huída del infierno, de aquella cima que otorgaba el perdón de todos mis pecados. Quise arrepentirme con una plegaria que quedó ahogada. Estaba muda, estaba sorda y entonces, la escalera me dejaba en esa nube en la que más tarde desperté.

¡Qué se podría esperar de la mujer suicida!
¡Qué se puede esperar de la desdicha!
El cielo, siempre indulgente, me invitó a tomar nuevamente las riendas de mi vida.
Cuando desperté (lo que parecía la segunda vez) encontré en mi cama, sentado y triste, a mi padre que lloraba por la muerte de su hija.
Cuando abrí los ojos lo más que podía, topé con el llanto de mi madre que rogando me pedía volviera yo a la vida. Al parecer, el cielo aún no estaba preparado para recibir mi visita.

Abrí la boca y la sorpresa llenaba el cuarto de esperanza. La esperanza que yo veía perdida. Desperté entonces diciendo: Gracias por la esperanza de una nueva vida. La tercera, es la vencida.



Karla Nerea Valencia

1 comentario:

Arturo dijo...

triste y esperanzador a la vez.
Me gusta ;)