¿Qué festejas México?
¡Carajo!...
Estoy desconcertada y, de paso, un poco descorazonada. Estoy viendo, -como muchos de ustedes lo están al mismo tiempo-, como el país, mi país, nuestro…Se está hundiendo. Y no es para menos. Es una situación que ya se veía venir, pero que, con un poco de fe o tal ves de incredulidad, nos negábamos a aceptar.
Quien haya pensado –ingenuamente- que este diez y seis de septiembre nos íbamos a reunir todos juntos como una sola nación para celebrar la in-dependencia de México, se equivocó; acepto un poco mi culpabilidad y me uno: nos equivocamos.
Muy probablemente es el pesimismo tan arraigado que tengo el que me hace sentirme desesperanzada para con todo, para con la raza ‘humana’, que de esto último ya no tiene nada. Somos el gran virus de una sociedad cada vez más dispersa y cada día más ignorante, que se piensa sabedora de todo y de nada a la vez.
Muchos de ustedes estarán enterados de los titulares de estos días. Que se han encontrado veinticuatro muertos en un cerro, que otros tres en la zona metropolitana y lo más reciente: El atentado desalmado contra la paz, en el Estado de Michoacán.
¿Qué opino yo de todo esto?...
¡Qué puedo yo decirles que la rabia que ahora les consume a ustedes, no les haya dictado en la conciencia ya!
Por un lado encontramos a un obispo que pide la pena de muerte para los criminales –cosa que no me suena nada absurda- y, por otro, un obispo más que sentencia tan ‘aborrecible’ medida.
Nunca nos habremos de poner de acuerdo. Todos los consejos y opiniones suenan tan disparatadas como lógicas. Hay sus pros, y hay sus contras… Pero nada podemos solucionar. Cada cual tiene razón y todos nos negamos a aceptar nuestras equivocaciones. Y la brújula se nos ha descacharrado.
Tanta impunidad, tanta injusticia. Tanto llanto desgarrado, tanto aguantar que nos hemos cansado. El Gobierno no tiene toda la culpa de esto que acontece; tenemos que aceptar nuestra responsabilidad por dejarnos llevar por el conformismo. Pero me dirán: ¿Y nosotros, qué podemos hacer? ¡No tenemos armas! ¡No podemos ir armados de casa en casa buscando al delincuente, al mal hijo, al violador, al ratero o al secuestrador!
¿Militarizar al país? ¿Movilizar a la Nación para tomar justicia por propia mano?
¿Es todo esto tan coherente como disparatado?
¡Tú que eres mexicano! ¿Qué puedes hacer por el país? ¿Qué estamos dispuestos a ofrecer como recompensa a un país que nos ha sufrido tanto?
Nos matamos, nos robamos y seguimos como si nada, perdiendo cada día más el rumbo, protegiéndonos más y más como individuos, sin salir a las calles y al hacerlo es, con el sensato miedo.
Yo pregunto: ¿Qué festejas mexicano?
Acaso no puedes ver que el país se va cayendo en mil pedazos, que la libertad que ahora festejas la estás perdiendo e incluso, te has llegado a preguntar sí es verdad que en algún momento la tuviste.
¿De qué libertad estamos hablando? Sí hasta las voces las quieren silenciar, las manos las quieren mutilar y las ideas, no las quieren imponer a base de terror y agonía.
¿Festejas acaso la incertidumbre? ¿Festejas que seas el hogar de gente mala, gente inhumana, cruel y todo tan campante?
¿Qué está haciendo el presidente? ¿Qué están haciendo nuestros gobernantes?
¡A vaciar las arcas públicas que el dinero se nos puede acabar!, es decir, el poco que aún conservamos.
¿Qué festejas, México?
México sufrido, México al que tanto le hemos hecho daño. México cansado, México atosigado, mortificado, sufrido, adolorido, carbonizado, extenuante, agonizante, petulante, vanidoso, orgulloso de males ajenos, egoísta, pordiosero, limosnero, parrandero, desvelado, desosegado, desobediente, desordenado, destructivo, indeciso, promiscuo, voluble, irrespetuoso, tosco, necesitado… Necesitado de la ayuda de Dios.
Me cuesta tanto creer que poco a poco la otrora libertad que se gozaba en las calles, en la propia casa, se vaya ocultando como el sol por las noches. Estamos ante un enorme eclipse de inseguridad que va cubriendo con los malos actos la nobleza que aun posee la gente buena. Vivimos una época donde la penumbra se va esparciendo sobre nuestras buenas intenciones, sobre nuestras nobles aspiraciones. Y todo va quedando en el rincón del corazón que nos nubla el orgullo. Quizá llegue el día en que el sólo hecho de aceptar nuestra nacionalidad nos llene de vergüenza y desazón.
Existe un fenómeno en pleno, en el que todo mexicano se siente con pleno derecho de serlo: Durante un partido de fútbol de la selección nacional; En los juegos olímpicos cuando se logra obtener un resultado lleno de mediocridad pero que ensalza a unas cuantas personas; y cuando se organizan las siempre patéticas marchas para denunciar las atrocidades que estamos padeciendo.
¿De qué sirvió marchar cual sirio blanco con flama en mano de esperanza?
¿De qué sirve seguir tapando el sol con un dedo, hacer oídos sordos y vista gorda?
¿Hasta cuándo dejaremos actuar sólo y nada más que sólo al Gobierno?
Tantas preguntas me atosigan, durante el día, durante la noche y nadie da respuesta. Nadie sabe darla. Y no es porque se navegue en la ignorancia, porque todos –quiero pensar- sabemos por lo que atravesamos. Me gustaría imaginar que nadie sabe dar una respuesta, porque se siente igual de ofendido e invadido con respecto a nuestra nacionalidad.
No sólo se es mexicano en Septiembre o Noviembre, el veinticuatro de Febrero o el día de los Santos Inocentes: Se es mexicano, desde el mismo momento en que nacemos dentro de este extenso territorio que tanto ha dado y mal hemos pagado.
Algún día, por nuestros actos, el país nos cobrará factura…
Quizá ese día, sea hoy.
Escrito:
Karla Nerea Valencia
Karla Nerea Valencia
3 comentarios:
Hasta que escribiste algo cuerdo y sensato
Quieren paz, y gritan: "Paz, Paz para mi ciudad!"
pero no habra paz.
Porque se olvida al marginado,
porque se aplasta al oprimido,
porque no extienden su mano
al olvidado,
al anciano,
al enfermo,
y al huerfano.
Quieren Paz pero no habra paz.
Porque el oro es su Dios,
Dioses, sus casas y sus carros,
y no ven que sus idolos son la sangre de los pobres y de los oprimidos.
No, no habra paz.
No habra paz si no vuelven sus ojos a Dios.
El que quiera paz, prepárse para la guerra.
Saludos, Karloca.
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