lunes, mayo 12, 2008

El Báculo Del Pastor «erotica»

El Báculo Del Pastor
«erotica»



Ahí en el centro de la ciudad mía, hay una Iglesia y en ella, una puerta inmensa de estilo barroco tallada en madera de caoba, la puerta es la entrada principal e invita a todo el mundo a pasar, a rezar y dejar limosna por los milagros otorgados en los ruegos de un pasado. Después de rogar y rogar, no hay nada mejor que pagar, es la cuota de recuperación de Dios Todo-Poderoso. Yo me avergüenzo de esta gente limosneta, quisiera no ser de esta ciudad, no haber nacido aquí, pero lo soy y aquí estoy. Entrando y por los lados, hay ángeles que cuidan santos, éstos están sobre retablos, abajo, en los pies de los santos se encuentra la urna rectangular donde se depositan las moneras que intercederán ante el santo para obrar milagros; los hay de todo tipo: Desde los que curan cáncer hasta los que hacen ganar la lotería del mes entrante.

Ellos, los santos, todo lo pueden y lo que no, se lo dejan al Padre o al Hijo, al Espíritu Santo no, porque éste está muy ocupado engendrando hijos en jovensitas virginales y las no tanto. En el retablo 'mayor', es decir, al fondo de la Iglesia y final de la misma, está el Hijo crucificado y bajo sus pies, están María y María Magdalena, están llorando, se notan la su cara de afligidas. Lloran porque el Hijo no pudo salvarse y sobre él, recaen los pecados de los cuales vino a salvarnos, ¿se nota la ironía? Todos los años en peregrinación yo venía, mis padres, antes de llegar me daban unas moneditas para que las dispersara en las urnas que ya mencioné, y yo, inocentemente una a una las dejaba caer, para que me concedieran dicha, inteligencia y cosas que nadie más pudiera tener: Tranquilidad.

La ciudad es Taxco y la Iglesia Santa Prisca. Iglesia de mi juventud y añoranza de todos mis años. En cada domingo, hincada rezando y el rezo iba así:
« Padre Nuestro, Padre Mío, que en el Cielo te ponen pero quemándote en el infierno estás, conviviendo con tu hermano, Satanás. Te llamo, te pido, dame la paz, dame el sosiego que mi alma clama en lo marchito de mis sábanas blancas... Esa mujer se ha ido, esa mujer que por cuerpo tenía bendito. Te la lleváste, suciamente de mi lado la apartasté... ¡Héme aquí, llorando y pidiendo porque ella nunca se olvide de mí!.»

Mi rezo, era continúo, ella, era la mujer que siempre amé y me amó. La conocí en la preparatoria pública, la preparatoria es la número cuatro. Su nombre era Gabriela y el mío, Karla. Tenía ella dieciocho años y yo tenía dieciséis.
« Madre mía que convives noche a noche por la senda perdida de mi llanto, que se no vaya de mi lado, que mi memoria se llene de su encanto, Madre mía, Virgen Santa, ¡cuánto es que la amo, y sobre tu manto, te ruego e imploro que no se aparte nunca, nunca de mi lado.»


Los rezos no sirven de nada, los Santos, el Padre, los Hijos del Espíritu Santo, nunca me sirvieron para nada, más como pretexto para salir de mi casa. Mi casa es una casa clara pero oscura en su interior, con paredes blancas que dán brillo pero que opacan los cuerpos que la habitan, mi casa es clara pero oscura. Ella bien que lo comprobó; cuando hablo de ella, me refiero exactamente a ella, a Gabriela, mi niña, mi amor. En su interior, hay cuadros, cuadros de mi infancia y de la boda de mis padres -estoy y sigo hablando de la casa-, hay escaleras que nos situan en un piso superior, en el centro está la pequeña salita de estar, a la derecha hay dos recamaras y en la de la izquierda, duermo yo. En ese cuartito pequeño con una cama en el fondo, dormía con ella, cuando su mamá le daba permiso de quedarse. En la cena, era la niña traviesa que hacía reír a mis padres, la simpatía y el humor que jamás tendré yo. Me sentía tan acorralada por lo suave de sus labios cuando emitía palabra, que una noche, al escaparnos de la casa, la llevé a la Iglesia a rezar por las dos.

El interior, estaba desierto, las veladoras flameaban como queriendo ser complices de una noche de amor ¡Cuánto gusto no les dimos al desnudarnos en las bancas principales, donde los 'feudales' sentaban sus traseros de honor. Primeron fueron besos, siguó un botón, dos, tres... Las faldas cayeron y las piernas se humedecieron. Cayó el pudor y sobre él, amor. Surgieron las caricias, llegaron las sonrisas en el rostro empapado por sudor. Emergieron unos pechos excitados y la dureza de una lengua queriendo arrebatar el calor.

¡Serían las veladoras, sería la bendición de Dios! Pero esa noche, de tanta pasión, sólo estabamos ella y yo, y Santa Prisca hasta arriba, sirviendo su imágen de espectador. Besé sus pies y con mi pelo, los lavé de mi saliva, tomó mi cuerpo y yo se lo entregué. Llegó el climax, dejamos muda a la pornografía. Quedaron retablos vacíos, pues los Santos se fueron por pudor. Mi limosna, la única moneda de mi amor, fue jurarle el amor eterno que por tantos años pensé que me faltó. Nunca dijo 'no', los labios se llenaron de orgasmos y el Párroco nos descubrió.

La vergüenza llenaba nuestra cara, más y aún más que por la excitación. Subió la sotana y se desabrochó el pantalón: "No sólo niños violan, también el cuerpo de mujer es un Don de Dios, «dejad que las hembras se acerquén a mí»" y las dos, lo cubrimos de amor, del amor, que seguramente en el seminario, le faltó. Besé su vientre, ella sobre el miembro erecto se montó. Cabalgamos esa noche en el potro de la Santidad, nos hicimos beatas y el aquelarre de las dos en el Altar Mayor, nuevamente, con la bendición de Dios.

El sacerdote oraba, mi vientre gemía y su lengua cubría mis senos. En gemidos se me fue la vida y en letras se me escapan los suspiros, recuerdo y olvido. La cruz nos marcó aquella noche, fuimos santas de un sólo pastor. Regresamos la noche de cada jueves, tomabamos vino, jugabamos a la pasión. Sobre una Cruz, pendía gabriela y bajo sus pies, el delirio del Pastor, sobre los clavos permanecía serena y uno de éllos, de dildo sirvió. La misa, es el acto de más contradicción al negar el amor carnal del que Cristo se privó... ¡Si Él hubiera sabido! El destino de la humanidad pendería de un «limbo» y sobre de él, el báculo de la maldición pastoral. Todas estaríamos en el Calendario y cada noche, le rezaríamos al amor.

Cada jueves regreso a esa Iglesia, a rogar porque me olvide de ese amor. Ruego y suplico porque mi mente encuentre el sosiego de ese amor, que aquel infame hombre-pastor me arrebató. Me enteré que se escaparon un Domingo, después de la Santa Comunión, ahora viven en el Distrito, él es un vago sin profesión, Gabriela, se dedico a la prostitución.
Una noche de jueves la encontré años después... Pero supongo, que el tiempo me dirá el momento en que pueda confensar ese delito.

Amén.

Escrito por:
Karla Nerea Valencia

8 comentarios:

Anónimo dijo...

hay q buena historia llena de verdades...
ya soy fan de tu blog, saludos!!!
Juantzo
www.myspace.com/juantzo

arsoivan dijo...

la delicia del deseo carnal y un mal amor, buena combinación, somo siempre un placer leer tus escritos mi querida karla. un beso princesita :p

Anónimo dijo...

Por primera vez en mi no tan larga como densa vida, me encuentro cuestionando la existencia de Dios. A mí me educaron como creyente a la antigua usanza. El Dios en el que yo creo me da la espalda, como si se solazara en esas estúpidas parábolas tipo santo Job con las que la Iglesia intentaba convencerte de que cuanto más sufrieses, más compensaciones recibirías para que te convirtieses en un buen vasallo para los señores feudales. Ojalá regrese la que nunca se fue realmente de ti y de tu vida "Grabiela", Besos

Anónimo dijo...

ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Dacrux dijo...

hahhahahaah la pura onda eso si no creo que al cura le faltara cariño en el seminario varias vecez eh ido y los padres españoles que administran ese tipo de negocios hahahaha tienen unas manos muy grandes y unos baños al descubierto muy provocativos hahahahahachido chido eso si extraño tus maravillosos intros :D

Anónimo dijo...

Jesus fucking Christ!!!

hijodevecina dijo...

fuck!

hijodevecina dijo...

fuck men no mammes me calente!
tas bien cabrona