
'Strange Days' - The Doors
D.D. Y Ponle Play}

EL PALACIO ESTELAR
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NO SENSE
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Comienza a brillar, rombos interminables en las comisuras de los cielos... rayos eternos.
Rombos luminosos en próximidad con sus gestos, movimientos violentos. Tan cercanos a mí. Son estrellas, tantas, que dibujadas en la oscuridad de la más negra noche, se hacen imposible contar. Me paro a observar.
El transporte que he elegido es una nube repleta de constelaciones estelares, esperando la vuelta al hogar. «Luminosidad» Un choque a presión sobre una estrella que se hallaba distraída y que no sabe qué partido tomar. ¿Aferrarse a mi mano o abandornarme al azar?
El Palacio está repleto de gente extraña, singular, con vestuarios plateados en tono solar. Mis sentidos se pierden, mi cuerpo se mueve y comienza a bailar... A brillar a la par de esos rombos que jamás dejan de brillar... Un hombre, entra a la sala capitular y comienza a rezar; los otros, escuchan y ríen, se dispersan y gritan, y mueren y lloran. Hay dos paredes diagonales, en el fondo del pasillo rectangular, con vista en el centro a la sala que acabó de dejar...Procuran resguardo, procuran callar. Las únicas paredes que de todo nada parecen escuchar. La víspera...Ha terminado.
Un cuarto de cielo hechizado en colores nocturnos, gotitas de luz que descienden y abren pistilos de agua espesa sobre la cadera cubierta de piel, sangre y cadenas. Y penetra esperanza, y sale amargura...Entra pequeña, sale cansancio...El Sol nos alcanza en la madrugada del cuarto. La ausencia del otro, el pecado de dos, la falacia del sueño, estremecimiento de dos. Un hijo de nadie jugando en la nada, corriendo desesperada alcanzo la melena del viento de ocaso arrullada. Y se mueve, se va...Desaparece y se queda en la cabeza taladrada de mierda.
Vacío eterno y respingado. Se llena un día se acaba al otro. Instante suspendido, mente exiliada en sueños constantes. El pensamiento asesina, la gente baila y se calcina. Los cuerpos desnudos con senos al aire, los miembros rodantes de hombres gigantes. Negro apabullante, orgía asexual con mujeres diamantes. ¡Mierda! nuevamente el percance de los juegos danzantes. Los Dioses llegan, se llevan a ratos los malos modales, suspiran a fondo y beben sincronizantes. Gravedad indefensa, los cuerpos caen y se besan, los pies se juntan con las cerezas de los femeninos pechos, famelicas ingles, salivas meñiques.
Un cigarro sostenido en el bemol del fracaso, una nota espantada, un brazo cortado. Materia oscura invadida en los ojos dorados, los años felices, las esporas del árbol de la noche triste, que invade el mundo que acaba solo y termina aquí. Días extraños, cantante solitario, desierto imaginario, niños que mueren y nacen, manos amputadas, pies caminantes, dedos malabares, uña de polvo, hombro con hombre, mujer a la diabla, hombre mojigata, me quito y me extraigo, me río y me callo... Un mudo que en cuarenta años nada dijo porque nada tenía que decir y olvido hablar con nadie. El palacio se hunde y los hombres de uniforme nos llevan, estoy en la cárcel. Víctima de un sueño errante, de una droga infame, de un alcohol que arde. Estoy, desnuda en la celda de ancianas llenas de cáncer, me escupen y juzgan; la guillotina de la verguenza, la cara en la arena. Nunca lo dije, pero no estoy hablando de nadie.
Rombos luminosos en próximidad con sus gestos, movimientos violentos. Tan cercanos a mí. Son estrellas, tantas, que dibujadas en la oscuridad de la más negra noche, se hacen imposible contar. Me paro a observar.
El transporte que he elegido es una nube repleta de constelaciones estelares, esperando la vuelta al hogar. «Luminosidad» Un choque a presión sobre una estrella que se hallaba distraída y que no sabe qué partido tomar. ¿Aferrarse a mi mano o abandornarme al azar?
El Palacio está repleto de gente extraña, singular, con vestuarios plateados en tono solar. Mis sentidos se pierden, mi cuerpo se mueve y comienza a bailar... A brillar a la par de esos rombos que jamás dejan de brillar... Un hombre, entra a la sala capitular y comienza a rezar; los otros, escuchan y ríen, se dispersan y gritan, y mueren y lloran. Hay dos paredes diagonales, en el fondo del pasillo rectangular, con vista en el centro a la sala que acabó de dejar...Procuran resguardo, procuran callar. Las únicas paredes que de todo nada parecen escuchar. La víspera...Ha terminado.
Un cuarto de cielo hechizado en colores nocturnos, gotitas de luz que descienden y abren pistilos de agua espesa sobre la cadera cubierta de piel, sangre y cadenas. Y penetra esperanza, y sale amargura...Entra pequeña, sale cansancio...El Sol nos alcanza en la madrugada del cuarto. La ausencia del otro, el pecado de dos, la falacia del sueño, estremecimiento de dos. Un hijo de nadie jugando en la nada, corriendo desesperada alcanzo la melena del viento de ocaso arrullada. Y se mueve, se va...Desaparece y se queda en la cabeza taladrada de mierda.
Vacío eterno y respingado. Se llena un día se acaba al otro. Instante suspendido, mente exiliada en sueños constantes. El pensamiento asesina, la gente baila y se calcina. Los cuerpos desnudos con senos al aire, los miembros rodantes de hombres gigantes. Negro apabullante, orgía asexual con mujeres diamantes. ¡Mierda! nuevamente el percance de los juegos danzantes. Los Dioses llegan, se llevan a ratos los malos modales, suspiran a fondo y beben sincronizantes. Gravedad indefensa, los cuerpos caen y se besan, los pies se juntan con las cerezas de los femeninos pechos, famelicas ingles, salivas meñiques.
Un cigarro sostenido en el bemol del fracaso, una nota espantada, un brazo cortado. Materia oscura invadida en los ojos dorados, los años felices, las esporas del árbol de la noche triste, que invade el mundo que acaba solo y termina aquí. Días extraños, cantante solitario, desierto imaginario, niños que mueren y nacen, manos amputadas, pies caminantes, dedos malabares, uña de polvo, hombro con hombre, mujer a la diabla, hombre mojigata, me quito y me extraigo, me río y me callo... Un mudo que en cuarenta años nada dijo porque nada tenía que decir y olvido hablar con nadie. El palacio se hunde y los hombres de uniforme nos llevan, estoy en la cárcel. Víctima de un sueño errante, de una droga infame, de un alcohol que arde. Estoy, desnuda en la celda de ancianas llenas de cáncer, me escupen y juzgan; la guillotina de la verguenza, la cara en la arena. Nunca lo dije, pero no estoy hablando de nadie.
Karla Nerea Valencia
1 comentario:
Un viaje alucinante a la tierra de nadie con la alucinantes tonos grises llenos de diamante, excelente princesa!! un saludo
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