El aire se respira mejor
cuando estoy a tu lado…
cuando estoy a tu lado…
La Niña Ante el Acantilado
Dicen, cuentan, relatan… La gente dice mucho, cuenta demasiadas cosas que en ocasiones no son nada ciertas, la gente relata hechos como si hubiesen estado presentes pero nada les consta, nada es seguro… Sólo esto que ha llegado a mis oídos…
Me han dicho, que alguna vez ante Dios llegó el Diablo arrepentido, éste, le suplico al Señor que le dejara regresar y así, recuperar el lugar que dejó al momento de revelarse y de partir… El Diablo sólo quería una cosa: Recuperar la belleza que se le arrebató al irse… Y Dios, tan condescendiente le respondió a su petición:
“Es inútil ya… E lag malak nic jus… La belleza que tenías, jamás la podrás recuperar, porque es el reflejo de lo que pensamos y sentimos… La anak mij luh chal… Y tú, al presentarte ante mí, has demostrado que nada de lo dicho y proferido por tus labios ha sido sincero… De otra manera, tu belleza habría resurgido en un instante…”
El engaño del Diablo, la humillación recibida hizo que saliera huyendo nuevamente… Incendió todo a su paso y así, creó lo que ahora es el infierno, nuestro planeta, nuestra Tierra. Somos el reflejo de lo que él piensa, de lo que él siente… De otra manera, ya hubiésemos cambiado nuestra apariencia, nuestra forma de vivir, nuestra naturaleza…
¿Cuál es nuestra naturaleza?, ¿Acaso luchar y luchar para destruirnos?
Me siento poderosa, me siento temerosa… ¿Qué podré lograr?, ¿Qué cambio he de esperar?
Sola, en la habitación, humedezco mis labios y pienso en ti… Pienso, también, en mis catorce años, que aunque pocos, los he vivido siempre pensando en ti. Me quito la blusa, me subo la falda y hago a un lado la ropa interior que ahora me cubre el pudor, tomo el bastón que ha estado en tus manos desde hace 15 años, de los sesenta que ahora tienes… La saliva recorre el largo ‘falo’ que pretende imitar… Entra y sale… Duele y sabe… Sabe que no fue creado para esa tarea, pero se proyecta en mi manera de pensar, en lo que ahora siento, en lo que ahora produce en mi interior… ¡Divina desgracia, divinidad latente en mi masturbación!... El líquido cae entre los muslos, a las rodillas llega e indica que pronto habrá una explosión que cubrirá toda la habitación… ¿Por qué preocuparme en tapar todas las huellas que deje a mi paso? … Tomo la copa, aquella que tomas cada noche con el amargo licor, y lo lleno con el elixir cálido que fluye desde mi interior… Siento que muero, siento que mi alma se escapa de mi cuerpo… Siento que jamás podré cubrir de nuevo esas canas con lo negro de mi pensamiento… Te adoro y hago daño al mismo tiempo… ¿Qué nos está pasando?, ¿En qué momento dejamos de llevarnos para seguir un orden con el cual no estamos de acuerdo?, ¿En qué fallamos?...
Dicen que el Diablo se ha convertido en un secreto y oscuro pensamiento de remordimiento. Dicen que es la culpa que yo siento, dicen… Que su rostro se ve reflejado cual espejo en la mía cara… ¿Qué puedo hacer que no haya hecho ya?
Me arranco la piel o me dejo caer al precipicio, tantas noches me pregunto.
Prefiero morir en tu piel con arrugas, prefiero que sea tu sexo el que me convierta en la inocente prostituta de desvelos, de anhelos que has perdido y se han secado, podrido con el transcurrir de sueños deshechos.
Me desvanezco y observo que soy un tumor de tu pasado. Mi fotografía prende de un hilo sediento, ceniciento… Soy la lujuria arrancada desde el abismo…
Estoy, estoy… Estoy situada ante una pendiente que me indica el futuro, que me muestra cómo podré ser si no hago lo que hiciere… Estoy ante el precipicio tantas veces temido y no encuentro tu mano, tu consuelo, tu señuelo que me lleve a la red de seguridad que me otorga tu fortaleza, tus suspiros, tu anillo esposado, encadenado a la mujer que hace las veces de mi tía. Es el pecado… Ser sobrina del Diablo, o ser… La encarnación misma de éste, en el espejo… Soy yo, la nieta de la viuda… Soy yo, la que arranca la cordura y la envuelve en tu locura pasajera de esa cama maldita, de esa cama que nos ha visto disfrutar la hiel de las heridas, la miel de las lamidas… Soy yo, la que no podré estar nunca más atada a esa silla, esperando en las tardes, masturbando tu cintura, bebiendo de tus labios el licor de esa copa que ahora se ha llenado de un orgasmo que se percibe en este contaminado aire de ira…
Sí, el aroma del aire se respira mejor cuando estoy a tu lado…
¿Y dónde estás ahora?, fingiendo que duermes mientras el hilito de sangre sale de tu garganta como cáncer que pudre la piel… ¿Qué me vas a hacer?, ya lo has hecho de mí, ya me lo has hecho a mí… Tocando mis nacientes senos, bebiéndote mis sueños… Arrebatándome la virginidad que nunca volveré a poseer en mis pensamientos…
Mis piernas muerden mis entrañas… La viuda camina, la sobrina cae ante las sabanas, es el acantilado de tu vientre, es el semen que todo invierte y vuelve a nacer en una vida que crece y se desenvuelve en mi cornisa, en mi interior; que patea y seduce… Que va estallando pidiendo a gritos que le ayude a salir a donde no pertenece… ¿Qué pecado hemos cometido?, Soy el embarazo no deseado del aborto que jamás me han contado…
Me vuelve al pensamiento lo que han dicho, lo que han contado, lo que han relatado y que se diluye como aceite en mi cascada de culpas…
Recuerdo que Dios le gritó algo al Diablo mientras éste huía…:
“No importa lo mucho que corras y te escondas, lo necio que te vuelvas o la terquedad que incites… El infierno no es lo que creas, el infierno es lo que vives y se refleja en tu comportamiento… Eres el reflejo de lo que deseas…”
Quisiera ser un reflejo más en el vacío… Que nadie se acuerde de mi, que piensen que nunca nací… Que piensen… Que piensen que nunca he sido yo al momento de saltar, que nadie nunca diga “Adiós, nos volveremos a encontrar” porque sé, que eso no es verdad… Quiero correr por el aire, quiero nadar en tus pies… Pero ahora, que has muerto, desfallezco y he decidido tirarme… ¿A dónde? Desde la penumbra de la muerte me preguntas… A donde nadie pueda verme, a lo insólito de mi cordura… A fingir que soy la niña buena que todo obedece… Mientras, duerme, sigue durmiendo pausado en llanto de ultratumba… Que yo, desde esta altura te diré que nunca te he amado…
Estas letras de odio, se las dedico a mi muerte…
Ocurrida, a mis catorce años.
Karla Nerea Valencia
1 comentario:
Sí... algo así... yo tenía 11 ja!
TQM.
R.T.
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