
« El Transporte Público »
Algunas veces, cuando estoy tan cansada y aburrida como para manejar el automóvil tomo el transporte público y me pongo a observar a la gente que viene y va, la gente que se sube entre una parada y otra que se dirige quizá a trabajar, quizá a dejar a los niños al colegio, sean suyos o ajenos, que tienen la responsabilidad de dejarlos a la puerta donde les intentan enseñar con lo que afuera se van a encontrar. Primero, segundo o tercero de primaria, quizá un cuarto, quinto o sexto semestre de la secundaria o preparatoria, las personas suben y se dejan llevar…
¿A dónde irán con tanta prisa calculada? ¿A dónde se dirigirán con cuarenta minutos o media hora atrás?
Me gusta observar y pensar, imaginar: ¿A dónde podrán ir?... Mejor aún, cómo pasaron la infancia, como pensarán que vivirán la ancianidad. El transporte recorre la ciudad y sigo abstracta, pensativa, memorizo caras y sonrisas, observo parejitas de enamorados, besos que se tratan de ocultar por vergüenza que los ojos ahí presentes se percaten que el amor juvenil no es más que ubicuidad.
Los ancianos suben –si tienen suerte- con la ayuda del chofer; mujeres con delantal corren tratando de alcanzarnos y llevar a salvo sus productos que llevan a vender al mercado. De mal olor, de malas maneras y gestos por parte de los demás, tratando de hacer de la vista gorda lo molesto que es compartir el espacio con esas personas que se ganan el alimento con el sudor que les exige su trabajo. No queda otra alternativa más que aceptar y continuar, seguir adelante, soñando y viéndonos ya, en el lugar al que deseamos llegar.
Dejamos atrás a la familia en la casa observando en el televisor las noticias; dejamos a padres enfermos, a hermanas proscritas. Dejamos, en pocas palabras la hipocresía y somos iguales ante los demás. Con las mismas carencias, con la misma vergüenza, con la misma insalubridad que nos obliga a viajar compartiendo ese espacio con los demás.
Debemos tener las mismas carencias, debemos tener el mismo apremio lelo que nos exige llegar sanos y salvos a ese lugar que cada uno desconoce del copiloto de un lado, del de atrás, del que está sentado adelante. Las personas van bajando, el transporte sigue rodando. ¿A dónde llegaremos si nos dejáramos llevar hacia ningún lugar? ¡Pregunta más tonta e inhóspita!
El tiempo apremia, las casas siguen quedando rezagadas… El motor hace un ruido gracioso pero preocupante, el chofer trata de calmar los ánimos y dice que seguramente no es nada importante. Podremos morir, pero no es acaso la muerte el único destino seguro al que todos iremos a para algún día, me pregunto.
Nuevas personas suben, las viejas personas se van… ¿Y yo qué soy? ¿Qué lugar debo tomar? La espectadora vulgar que se pone a imaginar las vidas pasadas y futuras de los demás.
El hombre de adelante tiene un enorme grano en la nariz, quizá su parada sea en el IMSS, o quizá, ése mismo grano, le obstruya las vías respiratorias y dentro de poco muera, debemos ir colocándole un “RIP”… ¡Qué en paz descanse, qué en paz vaya a donde quiera que sea!
El joven de mi lado derecho –pues ocupo la ventanilla de la fila izquierda del transporte- va escuchando música desde un celular. La tecnología ha avanzado tanto desde ese tiempo en que se usaba la cinta, el cassete. La mujer de la fila paralela a la mía, van con dos cubetas a los pies y con una encima de las piernas, en las dos primeras lleva ciruelas, en la tercera, cacahuates a vender. Me gustaría ayudar a la anciana que va tosiendo a espaldas mía, pero tal vez no haya mucho qué hacer. ¿Qué le puedo decir? ¿Qué ayuda le puedo brindar si la apatía es cosa de todos los días?...
Los hay quienes intentan tener un aire importante, éstos, llevan periódicos que extienden a lo ancho, más ancho, que puedan dar sus brazos. Tal vez no tengan si quiera la idea que el país se va derrumbando entre tantas noticias falsamente optimistas. No queda lugar para disponer del pesimismo, seguimos viajando, seguimos siendo compañía distante, seguimos siendo compañeros del carril incierto.
El chofer ha pisado el freno, las cabezas son empujadas todas adelante. Entre gritos de molestia, el chofer comienza a desesperarse y se pone en plan de lento. A vuelta de rueda ahora vamos, el chico enfadado, decide cerrar los ojos y subirle a la música, me toca escuchar parte de su repertorio, está sonando la canción de “Like a rolling stone” de Bob Dylan. Sonrío e imagino que ese chico no ha despreciado su tiempo al escuchar lo que ahora escucha, me gustaría pedirle un audífono pero quizá se sorprenda y cierre más los ojos en posible respuesta a una chica que, lo más probable, lo esté abordando con mala argucia.
Mi recorrido llega a su fin, es la hora de bajar y recibir el cambio que el chofer prometió dar del billete de cincuenta pesos, que a las seis con treinta minutos de la mañana –hora en que yo subí y ahora el reloj marca las siete más quince- no tenía. Lo prometido es deuda saldada. Desciendo, sonrío y nuevamente me imagino al observar el transporte irse, lo que las demás personas irán pensando de la mujer que acaba de bajarse… Quizá mi presencia no haya sido notada, quizá, la anciana enferma me haya dado la bendición para alcanzar su edad por las molestias que me pudo haber dado, los demás seguirán leyendo queriendo ser importantes en un país de banca rota, y la señora de la fila paralela a la mía, quizá se ría por haber confundido sus cacahuates con la cosecha matutina de aguacates…
Así es la vida.
Escrito #1
Con La Mano En Los Blogsillos:
Karla Nerea Valencia.
Con La Mano En Los Blogsillos:
Karla Nerea Valencia.
2 comentarios:
Despierta y abre los ojos
observa y ve
mira a tus hermanos
en el dolor
y en la miseria
Te falto imaginar que estaría pensando el chófer sobre ti, sobre el wey que iba a tu lado, la anciana enferma o la señora de la fila paralela a la tuya, seguro no pensaba en nada y peor si era de la clase de persona que no se da cuenta de lo importante que es su trabajo, que trasporta vidas, que transporta sueños, creo la mayoría de los que tenemos que manejar diario alguna vez hemos tenido que hacer una maniobra milagrosa para no chocar por culpa de un camión, microbus etc.
¿Que pensaran esas personas? ¿a donde querrán llegar mañana si solo actúan sin conciencia?
Exacto!!! Así es la vida.
Ces
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