Los 10 Que más Odias de...
Tu Relación Con La Computadora

1 AYUDANTE INDESEABLE
Sin que nunca lo hayas llamado, un clip de mirada fisgona que se autonombra:
"Ayudante de Office" invade tu pantalla y te sugiere mejoras en las que creías
una redacción impecable. Alardea de tener un estilo que haría palidecer a Vargas
Llosa, mientras que a ti te recuerda a la prosa de un notario. Sólo logra ponerte
nervioso: cambia de posición cada cinco segundos, se aburre con lo que escribes
(te lo dice con la mirada), o si de plano lo desesperas (¡Tú a él!), se repliega sobre
sí mismo, se convierte en bicicleta y huye. El clip, al final de la página te observa
tiempo completo y, con un simple gesto pedante, desmorona tus ínfulas de redactor
experimentado.
Sin que nunca lo hayas llamado, un clip de mirada fisgona que se autonombra:
"Ayudante de Office" invade tu pantalla y te sugiere mejoras en las que creías
una redacción impecable. Alardea de tener un estilo que haría palidecer a Vargas
Llosa, mientras que a ti te recuerda a la prosa de un notario. Sólo logra ponerte
nervioso: cambia de posición cada cinco segundos, se aburre con lo que escribes
(te lo dice con la mirada), o si de plano lo desesperas (¡Tú a él!), se repliega sobre
sí mismo, se convierte en bicicleta y huye. El clip, al final de la página te observa
tiempo completo y, con un simple gesto pedante, desmorona tus ínfulas de redactor
experimentado.
2 CERVANTES DE PACOTILLA
Una de las ventajas de los procesadores de texto es que cuentan con diccionarios que
revisan ortografía y localizan errores de dedo. ¿Cómo desconfiar de la capacidad de una
herramienta que reconoce palabras como "ornitorrinco y desoxirribonucléico? Justo
cuando descubres que no puede identificar la palabra 'caja'. Te hacen dudar hasta de tus
más profundas convicciones (cuando subrayan palabras como 'ayudar' uno empieza a
cuestionarse si se escribe con doble ele, con hache o con las dos), y te meten en problemas
etimológicos cuando ofrecen opciones para sustituir las palabras que desconocen
(llorar en lugar de York, o elijan en lugar de Elián). Divertidos cuando tienes
tiempo para divagar, pero desesperantes cuando
de verdad necesitas ayuda.
3 EDUCANDO A PAPÁ
Cuando se va la luz y no alcanzas a salvar tu trabajo, cuando la máquina se traba y
la tienes que apagar de golpe, o cuando cometes un error al utilizar algún programa,
la computadora te envía mensajes que son ejemplo de educación: "Es posible que
esta computadora no haya sido cerrada adecuadamente", "el programa puede nece-
sitar ayuda", "sería conveniente que...", etcétera. Como si no lo supieras. Como si no
estuvieras ya de suficiente mal humor. Como si todo hubiera sido intencional.
Te imaginas a la computadora con moñitos y moñotes, con cuellito blanco almidonado
y un rictus de amargura, mientras te receta indicaciones con aparente amabilidad y
reprime la ira que inflama tu disco duro. Y la odias, con un rencor que no puedes
desquitar, porque, ya lo sabes, de nada sirve insultar a una máquina.
4 LÁSTIMA MARGARITO: TU
MENASJE SE BORRÓ...
Te luces; ensayas cinco verbos diferentes; te diviertes mientras
escribes para alguien cómplice, o bien, te comportas como un caballero
inglés:"Si así lo desea", escribes en una carta de negocios que sufres
enormidades. Y luego, en tu fabuloso e-mail gratuito, aplatas la opción
de "send". Y esperas.
A continuación, un mensaje con mil garabatos que te explica,
con muchas palabras, que el servidor no funciona y que la misiva
no se mandó.
Desesperado, le das "back": aparece la ventana de envío de e-mails,
pero sin nada escrito, en blanco.
¡¡¿Y lo que escribí?!!, preguntas con angustia.
Entonces extrañas las formas tradicionales de intercambio
epistolar -la carta en papel a máquina-
y a los carteros desaliñados.
Una de las ventajas de los procesadores de texto es que cuentan con diccionarios que
revisan ortografía y localizan errores de dedo. ¿Cómo desconfiar de la capacidad de una
herramienta que reconoce palabras como "ornitorrinco y desoxirribonucléico? Justo
cuando descubres que no puede identificar la palabra 'caja'. Te hacen dudar hasta de tus
más profundas convicciones (cuando subrayan palabras como 'ayudar' uno empieza a
cuestionarse si se escribe con doble ele, con hache o con las dos), y te meten en problemas
etimológicos cuando ofrecen opciones para sustituir las palabras que desconocen
(llorar en lugar de York, o elijan en lugar de Elián). Divertidos cuando tienes
tiempo para divagar, pero desesperantes cuando
de verdad necesitas ayuda.
3 EDUCANDO A PAPÁ
Cuando se va la luz y no alcanzas a salvar tu trabajo, cuando la máquina se traba y
la tienes que apagar de golpe, o cuando cometes un error al utilizar algún programa,
la computadora te envía mensajes que son ejemplo de educación: "Es posible que
esta computadora no haya sido cerrada adecuadamente", "el programa puede nece-
sitar ayuda", "sería conveniente que...", etcétera. Como si no lo supieras. Como si no
estuvieras ya de suficiente mal humor. Como si todo hubiera sido intencional.
Te imaginas a la computadora con moñitos y moñotes, con cuellito blanco almidonado
y un rictus de amargura, mientras te receta indicaciones con aparente amabilidad y
reprime la ira que inflama tu disco duro. Y la odias, con un rencor que no puedes
desquitar, porque, ya lo sabes, de nada sirve insultar a una máquina.
4 LÁSTIMA MARGARITO: TU
MENASJE SE BORRÓ...
Te luces; ensayas cinco verbos diferentes; te diviertes mientras
escribes para alguien cómplice, o bien, te comportas como un caballero
inglés:"Si así lo desea", escribes en una carta de negocios que sufres
enormidades. Y luego, en tu fabuloso e-mail gratuito, aplatas la opción
de "send". Y esperas.
A continuación, un mensaje con mil garabatos que te explica,
con muchas palabras, que el servidor no funciona y que la misiva
no se mandó.
Desesperado, le das "back": aparece la ventana de envío de e-mails,
pero sin nada escrito, en blanco.
¡¡¿Y lo que escribí?!!, preguntas con angustia.
Entonces extrañas las formas tradicionales de intercambio
epistolar -la carta en papel a máquina-
y a los carteros desaliñados.
5 LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA,
SIN FICHERO.
Hace muy poco tiempo los buscadores eran una bendición. Les ponías una
palabra y casi siempre daban con lo que buscabas. Eso ha cambiado.
Hoy, encontrar un tema por medio de los buscadores se ha vuelto un ejer-
cicio de titanes. Si le pones "Quijote" porque quieres una pequeña ficha del
libro de Cervantes para la tarea del niño, te dará mil direcciones de bares,
hoteles y restaurantes desde España hasta Chile; si te pones pesado y lo
escribes en español antiguo, "Quixote", te dará 200 opciones del libro
anhelado, pero en 10 idiomas que no son el tuyo; si tecleas "El Quijote de
la Mancha", te aparecerán mil opciones de cloros, desmanchadores o lavan-
derías. Los genios de la red, sabedores de esto, ofrecen buscadores de opción
múltiple que jamás entiendes bien a bien cómo se llenan. Te acuerdas de la
primera vez que programaste tu Internet durante cinco horas, asesor telefó-
nico en la oreja y el consabido dolor de cabeza, y simplemente desistes. Al final
prefieres irte al Pequeño Larousse que habías abandonado en una esquina del
librero, pensando que los días del papel y la tinta ya se habían terminado.
Fin Parte 1.
Texto:
Gabriela Mósqueda.
SIN FICHERO.
Hace muy poco tiempo los buscadores eran una bendición. Les ponías una
palabra y casi siempre daban con lo que buscabas. Eso ha cambiado.
Hoy, encontrar un tema por medio de los buscadores se ha vuelto un ejer-
cicio de titanes. Si le pones "Quijote" porque quieres una pequeña ficha del
libro de Cervantes para la tarea del niño, te dará mil direcciones de bares,
hoteles y restaurantes desde España hasta Chile; si te pones pesado y lo
escribes en español antiguo, "Quixote", te dará 200 opciones del libro
anhelado, pero en 10 idiomas que no son el tuyo; si tecleas "El Quijote de
la Mancha", te aparecerán mil opciones de cloros, desmanchadores o lavan-
derías. Los genios de la red, sabedores de esto, ofrecen buscadores de opción
múltiple que jamás entiendes bien a bien cómo se llenan. Te acuerdas de la
primera vez que programaste tu Internet durante cinco horas, asesor telefó-
nico en la oreja y el consabido dolor de cabeza, y simplemente desistes. Al final
prefieres irte al Pequeño Larousse que habías abandonado en una esquina del
librero, pensando que los días del papel y la tinta ya se habían terminado.
Fin Parte 1.
Texto:
Gabriela Mósqueda.
1 comentario:
hahahahhaa bueno por que arremeten las 2 contra las computadoras tan buenas y bonitas que son hahahaha, y discrepo completamente del titulo del post, debería ser que odio hahahaha, pues aunque soy un geek consumado y con gadgets para ella lleno mi vacio existencial hahahahaha, mis odios son diferentes a los tuyos y no creo que sean tantos, hehehe como sea espero la segunda parte saludos ☺
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